Volando me he acercado a la levedad

Como todo lo desconocido, saber que deseo volar y que voy a volar, me enfrenta con mis fantasmas, me pone delante una parte mísera de mi persona, el miedo. Y,como ocurre con todos los miedos, este también me crea energía. Es en los últimos minutos en la altura, cuando aun tengo la firmeza de la altura, cuando aun tengo la firmeza de la tierra bajo mis temblorosas piernas, cuando se concentra esa energía del miedo; se me cierra el pecho porque la tensión se acumula en mi caja vital y no me deja respirar con normalidad. Si me atrevo, si avanzo, si me decido, si corro, si salto al vacío…el placer de superar el miedo y saberme valiente es inmenso, tremendo y pleno. Sin embargo, cuando me elevo, mi cuerpo necesita muy poco aire, soy tan leve… tan plenamente leve…
Es también confiar absoluta y sabiduría de quien te conduce, dependo de el y me dejo llevar (algo que a los arrogantes “Leo” nos cuesta manejar con dignidad); en esa confianza, es también permitir el abandono total de mi cuerpo en suspensión. Una sensación se asemeja a este abandono: la postura del muerto en una cala en el mar en absoluta soledad, la levedad.
Volar es admirar el equilibrio de la madre tierra en su origen y recordar lo miserable de la especie humana.
Es ver que la tierra es de quien la trabaja.
Es maravillarme ante sabio orden de la montaña, los ríos, las peñas, los prados, los pueblos, los surcos, las cosechadoras, los barbechos…..
Es saberme humilde para aceptar que soy pequeña e indefensa ante la maravilla de este ratito de autentico placer.
Es saberme capaz de escuchar el silencio absoluto, ese silencio que no molesta, que no altera.
Es ser consciente de que amo esta tierra, de que quiero seguir sintiendo su atracción porque me siento bien en ella, con ella; consciente también de que me gusta ser sensible ante la grandeza que me invade, que me moja por dentro; y ser consciente de conservar en mi alma el sentimiento de plenitud de esos instantes.
Ahora tengo una nueva perspectiva cuando observo el magnifico vuelo de los buitres, calmos, en su medio. Me concedo el placer de observarlos, sin más y menos, me deleito en ellos.
Hay plenitud en la levedad de volar.
Solo cuento lo bueno de volar, pero después me veo el cuerpo magullado de pequeños golpes, moratones y rasguños que no se donde ni cuando ni como se han producido, a que santo vienen las agujetas que no me dejan estirarme como siempre al despertar…pero pecata minuta…
Recuerda, cuerpo, recuerda.

Gracias Kepa S. donde estes.